En el caso de las embarazadas, hacer un cambio en su dieta se convierte en una labor esencial para asegurar un buen futuro al nuevo miembro de la familia que viene en camino. Durante el embarazo, la necesidad de Vitamina D aumenta, y aún más en los casos donde las mujeres suelen tener en sus alimentaciones rutinarias pocos productos lácteos.
La vitamina D se encuentra muy presente en la leche y todos sus posibles derivados, como el yogur, pero también en verduras y marginas. Esta vitamina es responsable del fortalecimiento de los huesos, en la absorción del calcio y del fósforo y en la mineralización de los tejidos que cubren los huesos y los dientes. Para que surta efecto es importante ingerir al menos 10 miligramos diarios de vitamina 10. Se trata de una vitamina que se acumula en el organismo y se distribuyen de forma equitativa en madre y feto.
La falta de vitamina D puede acarrear algunos problemas asociados a la hipercalcemia neonatal, debido a que los cambios de calcio dentro del metabolismo de los organismos se encuentra manejado por esta vitamina y otros factores hormonales. Al igual que su carencia es perjudicial, también lo es tener una excesiva cantidad de la misma.