A menudo aparecen nuevas dietas para adelgazar, difundidas a través de programas de televisión, revistas de moda, alimentación, etc., que tienen en común la promesa de una rápida pérdida de peso sin que cueste casi nada de esfuerzo. Estas son las llamadas “dietas milagro”, que frecuentemente, son fruto de la búsqueda de beneficios económicos más que de la promoción de una alimentación sana y equilibrada y son prescritas por personas que carecen de conocimientos científicos ni profesionales en el campo de la nutrición.
Estas dietas provocan una restricción de la energía ingerida muy dura, que conduce a faltas en el organismo de vitaminas y minerales, alteraciones del metabolismo y a una monotonía alimentaria que las hace insostenibles en el tiempo y peligrosas para la salud. Se caracterizan, por las escasas calorías que aportan al cuerpo. Ante esta situación cercana al ayuno, el organismo reacciona compensando la falta de energía recibida con un aumento de la destrucción de las proteínas de nuestro cuerpo, como fuente alternativa de energía, dando como resultado una pérdida de masa muscular y la formación de sustancias peligrosas para el organismo cuando la dieta se prolonga durante largo tiempo.
Sin embargo, quien sigue estas dietas interpreta erróneamente la pérdida de masa muscular y, por tanto, de peso con el éxito del régimen escogido, pues dan resultados espectaculares al subirse a la báscula durante las primeras semanas. Esto se debe a que el tejido muscular es muy rico en agua, con lo que se elimina mucho líquido en la primera fase. En ocasiones este proceso se refuerza con el consumo de diuréticos (fármacos que ayudan a la excreción de orina), lo que conlleva a una aún más llamativa pérdida de peso.
Un problema más de estas “dietas milagro” es que favorecen una recuperación muy rápida del peso perdido (el llamado el efecto “rebote” o “yo-yo”). La tendencia exacerbada a la recuperación del peso se produce porque las situaciones de ayuno ponen en marcha potentes mecanismos nerviosos y hormonales que se oponen a la pérdida de peso: mayor rendimiento del metabolismo corporal, con un mayor ahorro energético e incremento del apetito. Estos mecanismos conducen a una rápida recuperación del peso perdido en cuanto se vuelve a comer de la forma habitual. Ese peso recuperado se debe sobre todo a la formación de tejido graso, que es, el que origina problemas de salud y el que deberíamos reducir con la dieta.
Signos que permiten reconocer la “dieta milagro” son los siguientes:
- La promesa de la pérdida de peso rápida: más de 5 kg por mes.
- Esta dieta se puede llevar sin esfuerzo.
- Anunciar que no tienen riesgo para la salud, es decir, que son totalmente inofensivas.
En resumen, las dietas muy restrictivas, muy bajas en calorías, aunque consiguen que el peso disminuya rápidamente, constituyen un riesgo inaceptable para la salud ya que pueden producir estos efectos:
1. Provocar deficiencias de proteínas, vitaminas y minerales por la falta de consumo con los alimentos.
2. Producir efectos psicológicos negativos.
3. Desencadenan, incluso, trastornos del comportamiento alimentario (anorexia y bulimia), a veces de mayor gravedad que el exceso de peso que se pretendía corregir.
4. Favorecer el efecto “rebote” o “yo-yo”.
5. Al abandonar estas dietas, las personas que siguen estas dietas no han aprendido a comer saludablemente y vuelven a las costumbres que les hicieron engordar.