Un estudio del Journal of American Medical Association asegura que no todas las calorías son iguales y que algunas dietas –por más que hagan adelgazar– suponen un peligro importante para la salud.
La investigación compara el funcionamiento de tres dietas diferentes sobre personas que previamente habían estado perdiendo peso. El objetivo del análisis era encontrar cuál ayudaba a mantener el peso ideal sin provocar una fuerte recaída.
Después de perder peso, la velocidad a la que las personas queman calorías disminuye, y el metabolismo es más lento. Un gasto de energía más bajo se suma entonces a la dificultad por mantener el peso, lo que explica por qué la gente tiende siempre a ganar kilos tras una dieta.
El estudio citado muestra que, a largo plazo, sólo una de cada seis personas mantiene el 10% de la pérdida de peso que lograron con la dieta.
La investigación se centró en el estudio de 21 adultos con sobrepeso de entre 18 y 40 años. En primer lugar estos siguieron una dieta de tres meses –con 45% de carbohidratos, 30% de grasas y un 25% de proteínas– y perdieron entre 10 y 15% de su masa corporal.
Un mes después, los participantes fueron asignados de forma aleatoria a tres dietas con el mismo aporte calórico y su gasto de energía se cualificó día a día.
-Bajas en grasas.
La dieta se centraba en cereales integrales, frutas y vegetales y tenía un aporte muy limitado de grasas animales, aceites, frutos secos y otras comidas altas en grasa. Sólo un 20% de las calorías procedían de grasas, un 60% de carbohidratos y un 20% de proteínas.
-Baja en hidratos de carbono.
Se trataba de una dieta modelada a imagen y semejanza de la Atkins. En ella se minimizaba el aporte de hidratos de carbono, incluyendo pan, arroz, pasta, patatas, bollería y verduras con almidón. Se potenció el consumo de ternera, pescado, pollo, huevos, queso y algunos tipos de verduras y vegetales. Los carbohidratos sólo representaban el 10% de las calorías de la dieta. 30% provenían de proteínas y 60% de grasas.
-Baja en índice glucémico.
La dieta se basaba en la alimentación tradicional mediterránea. Se enfatizaba el consumo de cereales integrales, carnes de bajo contenido graso, frutas y vegetales, legumbres y grasas saludables provenientes del aceite de oliva y los frutos secos. Se evitaba el azúcar y los snacks. El 40% de las calorías provenían de carbohidratos, otro 40% de grasas y un 20% de proteínas.
El estudio demostró que la mejor, la más efectiva, la que no genera recaídas y realmente mantiene un peso bajo de forma permanente es la baja en hidratos de carbono.
La gente que se sometió a la dieta mediterránea perdió de media 150 calorías más al día que aquellos que siguieron la dieta baja en grasas, el equivalente a una hora de ejercicio moderado, y prácticamente las mismas que aquellos que se sometieron a la dieta baja en hidratos de carbono, pero sin sufrir los aspectos negativos de esta.
“Más allá de los beneficios observados en este estudio”, explica la doctora Ebbeling, quien lideró el estudio, “creemos que las dietas bajas en índice glucémico son más fáciles de seguir día a día, en comparación con las dietas bajas en carbohidratos o en grasas, que muchas personas encuentran limitadas. Además, a diferencia de las otras dietas, una dieta baja en índice glucémico no elimina ninguna clase de alimento, haciendo que sea más fácil seguir la dieta y sostenerla en el tiempo”.
Con información de El Confidencial
Fuente: Noticias24