Aunque el tono original de los dientes viene determinado por la genética, diversos alimentos y sustancias pueden hacer que tus dientes amarilleen en exceso y generen manchas difíciles de eliminar.
Sin duda, una sonrisa bonita, fundamental para dar una imagen cuidada y agradable, implica unos dientes sanos y blancos. La tonalidad de la dentadura de cada persona depende de factores genéticos (no hay dos blancos exactamente iguales) y además varía con el paso de los años.
Al igual que la piel, los dientes también sufren el paso del tiempo y pueden perder el brillo natural de su esmalte volviéndose algo más oscuros y opacos. Este es un proceso normal que no implica el deterioro de los dientes ni una sonrisa poco atractiva. Un blanco homogéneo, sea cual sea su tonalidad (desde el blanco nieve a los tonos marfil), siempre resultará estético. El problema surge cuando aparecen las manchas. Unos dientes con zonas oscuras o amarillas pueden estropear una imagen impecable.
Una correcta higiene bucal es la mejor prevención para conseguir que las sustancias que provocan esas manchas no se adhieran a los dientes y se vuelvan muy difíciles de quitar. Cuidar la dentadura con un lavado adecuado tres veces al día y enjuagues periódicos evitará la formación del temido sarro, el mejor aliado de las manchas. En el esmalte liso de los dientes éstas se fijan peor, pero en la rugosidad del sarro encuentran la superficie perfecta para instalarse y acabar con cualquier bonita sonrisa.
Las manchas pueden tener un origen externo, siendo provocadas por alimentos y sustancias que contienen poderosos pigmentos, o interno. En este último caso, la mancha no está en el esmalte sino que se produce cuando el diente recibe algún componente químico que altera su composición mientras se está formando. Algunos medicamentos, principalmente antibióticos que contienen tetraciclina, pueden cambiar su tonalidad o mancharlos; de ahí la importancia de no darlos a los niños sin prescripción médica (su dentadura se está formando). También es importante saber que el cambio repentino de color de los dientes puede ser reflejo de una enfermedad metabólica, en cuyo caso habrá que acudir al especialista.
Mucho más comunes son las manchas externas, aquellas provocadas por alimentos concretos o hábitos poco saludables como fumar. El tabaco, malo para todo, es también uno de los peores enemigos de la blancura de los dientes. La nicotina y el alquitrán, con los años, acaban fijándose en ellos produciendo antiestéticas manchas amarillas, grises e incluso negras si se agarran bien al sarro.
Hay también alimentos que por su composición resultan especialmente dañinos para el esmalte dental, es el caso del café y del té. La cafeína y la teína tienen un gran poder colorante por lo que deben consumirse con moderación y tener la precaución de lavarse los dientes después de tomarlos.
Lo mismo ocurre con el vino, especialmente con los tintos aunque con los blancos también. Los taninos y los ácidos de esta bebida pueden amarillear los dientes y además crear minúsculas estrías en el esmalte que favorecerán una mayor fijación de la manchas.
Los refrescos, bebidas edulcoradas y con gas, tampoco son lo más recomendable para una dentadura sana y bonita. Si existe un consumo excesivo, sus azúcares y almidones pueden atacar los dientes de forma severa. Si hablamos de manchas, aquellos más oscuros, especialmente los de cola, son los más perjudiciales por su poder de coloración.
Lo mismo ocurre con otras bebidas y salsas que contienen fuertes pigmentos. Algo tan sano como un zumo de moras o arándanos puede hacer que nuestros dientes adquieran una tonalidad grisácea nada favorable. Por supuesto, no quiere decir que por tomar un zumo los dientes se manchen, es una cuestión de tiempo y de no seguir la buena costumbre de un lavado posterior. La salsa de soja, indispensable en muchas especialidades de la cocina asiática, posee también una gran capacidad decolorante, por lo que requiere también las mismas precauciones.
El flúor tan beneficioso y necesario para los dientes puede convertirse en su enemigo aplicado en exceso mediante dentífricos específicos o colutorios. Antes de utilizar pastas o enjuagues con flúor consulta al dentista, especialmente en el caso de niños.
Por último, insistir que un consumo razonable de cualquiera de los alimentos señalados no implica la aparición de manchas; es la acumulación de sustancias lo que las provoca. Para evitarlo, la higiene bucal es fundamental y si ya tienes manchas existen numerosos tratamientos para eliminarlas, desde la endodoncia, para aquellas de origen interno, hasta las carillas y coronas capaces de devolver a tu sonrisa toda su belleza.
Una correcta higiene bucal es la mejor prevención para conseguir que las sustancias que provocan esas manchas no se adhieran a los dientes y se vuelvan muy difíciles de quitar. Cuidar la dentadura con un lavado adecuado tres veces al día y enjuagues periódicos evitará la formación del temido sarro, el mejor aliado de las manchas. En el esmalte liso de los dientes éstas se fijan peor, pero en la rugosidad del sarro encuentran la superficie perfecta para instalarse y acabar con cualquier bonita sonrisa.
Las manchas pueden tener un origen externo, siendo provocadas por alimentos y sustancias que contienen poderosos pigmentos, o interno. En este último caso, la mancha no está en el esmalte sino que se produce cuando el diente recibe algún componente químico que altera su composición mientras se está formando. Algunos medicamentos, principalmente antibióticos que contienen tetraciclina, pueden cambiar su tonalidad o mancharlos; de ahí la importancia de no darlos a los niños sin prescripción médica (su dentadura se está formando). También es importante saber que el cambio repentino de color de los dientes puede ser reflejo de una enfermedad metabólica, en cuyo caso habrá que acudir al especialista.
Mucho más comunes son las manchas externas, aquellas provocadas por alimentos concretos o hábitos poco saludables como fumar. El tabaco, malo para todo, es también uno de los peores enemigos de la blancura de los dientes. La nicotina y el alquitrán, con los años, acaban fijándose en ellos produciendo antiestéticas manchas amarillas, grises e incluso negras si se agarran bien al sarro.
Hay también alimentos que por su composición resultan especialmente dañinos para el esmalte dental, es el caso del café y del té. La cafeína y la teína tienen un gran poder colorante por lo que deben consumirse con moderación y tener la precaución de lavarse los dientes después de tomarlos.
Lo mismo ocurre con el vino, especialmente con los tintos aunque con los blancos también. Los taninos y los ácidos de esta bebida pueden amarillear los dientes y además crear minúsculas estrías en el esmalte que favorecerán una mayor fijación de la manchas.
Los refrescos, bebidas edulcoradas y con gas, tampoco son lo más recomendable para una dentadura sana y bonita. Si existe un consumo excesivo, sus azúcares y almidones pueden atacar los dientes de forma severa. Si hablamos de manchas, aquellos más oscuros, especialmente los de cola, son los más perjudiciales por su poder de coloración.
Lo mismo ocurre con otras bebidas y salsas que contienen fuertes pigmentos. Algo tan sano como un zumo de moras o arándanos puede hacer que nuestros dientes adquieran una tonalidad grisácea nada favorable. Por supuesto, no quiere decir que por tomar un zumo los dientes se manchen, es una cuestión de tiempo y de no seguir la buena costumbre de un lavado posterior. La salsa de soja, indispensable en muchas especialidades de la cocina asiática, posee también una gran capacidad decolorante, por lo que requiere también las mismas precauciones.
El flúor tan beneficioso y necesario para los dientes puede convertirse en su enemigo aplicado en exceso mediante dentífricos específicos o colutorios. Antes de utilizar pastas o enjuagues con flúor consulta al dentista, especialmente en el caso de niños.
Por último, insistir que un consumo razonable de cualquiera de los alimentos señalados no implica la aparición de manchas; es la acumulación de sustancias lo que las provoca. Para evitarlo, la higiene bucal es fundamental y si ya tienes manchas existen numerosos tratamientos para eliminarlas, desde la endodoncia, para aquellas de origen interno, hasta las carillas y coronas capaces de devolver a tu sonrisa toda su belleza.
Fuente: http://www.noticiasnew.com/